30 de septiembre de 2011



UNA DE HORMIGAS

Me las encontré a la puerta de la nave, moviendo un grano de uva pequeño a través del hormigón rugoso. A veces tardaban en salir de los pequeños socavones en los que caían irremediablemente, pero no cejaban en el empeño.
Al día siguiente seguían con la misma tares, pero ya habían desplazado el susodicho grano más de metro y medio, y, no sé cómo, el grano había perdido su redondez y cada vez era más plano. Finalmente a mediodía desaparecieron, junto con el cargamento, por una de las hediduras del suelo.